Contextos históricos





Por: Elespectador.


Miguel de Cervantes Saavedra
escribió una de las obras más destacadas de la literatura española. “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” se publicó por primera vez en 1605 y hoy día es reconocida por ser una novela que en su época marcó un cambio en la tendencia romántica caballeresca del momento. 









La obra Don Quijote revolucionó la forma de hacer literatura y tuvo un enorme impacto en los escritores venideros. Su novela es catalogada como la primera novela moderna, y a lo largo del relato se hace una metáfora de mundo que hasta ese momento nadie había logrado hacer, o mejor se había atrevido a plasmar en papel.

La obra se difundió ampliamente por toda Europa, razón por la que se tradujo del español de la época a ingles, francés, alemán, italiano e incluso ruso. Y respecto a este último según intelectuales rusos era de gran facilidad encontrar ejemplares de esta obra y era tan importante que para poder captar toda la belleza del idioma preferían leerla en la traducción al francés o hasta el original.

Comprobado el alto nivel de difusión de la obra, desde el inicio y por mérito propio del relato, era de esperarse que alguien decidiera, o sintiera el impulso de tomar esa maravillosa obra para convertirla en algo más. Lo primero que salta a la mente es tal vez hacer un dramatizado de las asombrosas aventuras de este flaco y escuálido caballero con su gordo y poco hábil escudero en la lucha por el amor de la bellísima Dulcinea.

Y es que el teatro tiene sus inicios en los mismos cimientos de los seres humanos, este modo de expresión viene desde más atrás de la época medieval, en donde los juglares son los más notable exponentes de lo que hoy conocemos como teatro. En épocas antiguas se utilizaba la pantomima como medio de expresión, los dramatizados pretendían entretener a determinadas clases de la sociedad (dependiendo del estatus era el estilo del show).

El ser humano descubrió desde la época de la cavernas la capacidad, la potencia que tenía en sí mismo, a través de su cuerpo para producir determinadas descargas emocionales. Sucede con el teatro en donde se personifica alguien o algo que no se es, sucede en el canto en donde la voz es la encargada de transmitir una emoción y sucede por supuesto en la danza. La danza como conjunto de movimientos que dicen algo.

Es entonces precisamente a esta forma de expresión, la danza, que un personaje decide llevar la magna obra de “El Quijote”. Pero es preciso —antes de hablar del cómo— hablar de qué clase de danza específicamente se trata y sobretodo entender qué es o que una danza como el ballet quiere decir, de dónde proviene y qué se expresa a través de su práctica. 

El ballet tal y como lo conocemos hoy en día tuvo un enorme proceso de cambios: nació, creció, se desarrollo y se transforma al ritmo, necesidades e ideologías del ser humano. En la época del renacimiento las grandes monarquías querían sobresalir ya fuera por sus riquezas o por el esplendor de sus artes, y es este precisamente el impulso o la chispa que dio paso a una serie de situaciones bajo las cuales se moldeó el ballet.

Como todo en un principio el acto de la danza se descubrió por los sentidos, las comunidades primitivas movían sus cuerpos de un modo epiléptico cuando realizaban sus ritos y es precisamente así como se acuña el concepto de danza. Es la “coordinación estética de movimientos corporales”, que poco a poco se fue puliendo o acomodando a la clase o situación de quiénes la practicaban.

Cabe la pena resaltar que la danza —el ballet— como muchas otras expresiones artísticas tienen la característica de dar determinado estatus a quien lo practica; en la época del renacimiento la danza discriminaba, existían danzas altas y bajas, y aquellas que poco a poco fueron más complejas y estrictas, dejaron de ser populares, por ejemplo aquellas danzas en fila, que se practicaban en los banquetes reales y bailes de los monarcas.

En Italia estas fiestas exclusivas y que ofrecían los monarcas toman el nombre de “intermezzi  en las que se combinaba la creación el arte y el teatro clásico, eran espectáculos dónde unos cuantos animaban a los demás, cumplían la misión de entretener y animar la velada. Poco a poco esta dinámica fue transformándose, y fue en Milán, el sitio donde se produjo un cambio determinante para que los espectáculos cobraran seriedad.

El gran cambio consistió en que los espectadores y los encargados de animar o bailar ya no se encontrarían más al mismo nivel compartiendo espacio. De ahora en adelante existiría un espacio determinado que la audiencia debía respetar, era preciso mantener la distancia y ubicarse alrededor de los bailarines. Por supuesto la técnica que hoy conocemos no era la misma de ese entonces pero ya se conocía con el termino de ballet.
Posterior a este cambió el acto de la danza cobró real seriedad y se procedió a estandarizar no solo movimientos, sino vestimenta y accesorios. También empezaron a surgir academias en donde se enseñaba y perfeccionaba la técnica. Esto con mayor auge en Francia —lengua con la que se nombraron todos los pasos de esta práctica— e Italia, pero que se extendió por toda Europa.

Hasta Rusia, lugar en donde tuvo lugar la creación de la obra de ballet clásico de “Don Quijote”, coreografiada por el —ahora famoso—francés Marius Petipá que resultó en San Petersburgo por la fama que tenía las academias rusas. Petipá no era un bailarín excepcional, pero lo que lo lanzó al éxito en realidad fue el contacto y conocimiento que había tenido con la cultura Española e incluso Americana. 

Fue entonces Petipá quién se despojó un poco del romanticismo que marca las primeras épocas de ballet e impuso lo que hoy se conoce como ballet moderno. Con un aire de flamenco o sevillanas inundo el ballet de “Don quijote” y le dio la esencia de las mismas aventuras que un día —dos siglos antes— Saavedra escribió en páginas.